Se me ha pasado el viento sobre la mirada del norte,
se me han ido ya las lágrimas con la lluvia al sur,
se me escondió una caricia entre los dedos al este
y hasta he perdido ya la esperanza de volver
a creer en donde el sol se pone...
... Perdí ya las direcciones.

Huí, de loca, a la primavera por un poco de color de tus ojos,
pero dejé mis espaldas descubiertas al frío del invierno de memorias.

Quemé mis ideas con los rayos y calor del verano
y mi esperanza quedó presa de tanta melancolía del otoño.
Estuve en todas las estaciones.

Me incliné sobre las arenas del desierto de las mentiras extrañas,
planté flores en el mar para no hundirme sola entre los secretos,
burlé el polvo de la tierra cuando clavé mi cruz de preguntas,
sané la herida que hace que los ríos crezcan sobre mis sentimientos.
Caminé sobre este planeta.

Me vendí de heraldo a la miseria del conformismo,
para así justificar la culpa.
Me volví beata a la conciencia ajena por un ídolo profano,
cambié mi credo por un beso y un abrazo invisible,
hice pactos con la imagen de tu cuerpo por tan sólo un minuto a tu lado.
Trunqué mi religión.

He andado años buscando una realidad, que al final, no existe,
estuve meses creyendo que en algún momento, iba a llegar el momento,
pasé semanas escuchando la voz que me escondió la vida en su sonido,
en sólo días, me eché todo el dolor sobre la poca alma que quedaba en mi.
Derroché mi tiempo.

Creí en ti, como una ingenua que espera un milagro en los infiernos,
te besé con el corazón completo, sin que me sobre un sólo pedazo,
te lo dí todo, todo lo mío, como quien da la vida sin importar la causa,
te amé eternamente y para todos los siguientes siglos venideros.
Soñé en tus felonías.